La sangre del Olimpo by Rick Riordan

La sangre del Olimpo by Rick Riordan

autor:Rick Riordan [Riordan, Rick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-10-07T04:00:00+00:00


XXVI

Jason

Jason veía dos opciones: luchar o hablar.

Normalmente, frente a una espeluznante señora de seis metros con pelo de medusa, habría optado por luchar.

Pero como había llamado «hermano» a Percy, dudó.

—Percy, ¿conoces a esta… individua?

Percy meneó la cabeza.

—No se parece a mi madre, así que supongo que estamos emparentados por parte divina. ¿Es usted hija de Poseidón, señorita… ejem…?

La mujer pálida arañó el disco metálico con las uñas y emitió un sonido chirriante digno de una ballena torturada.

—Nadie me conoce —dijo suspirando—. ¿Por qué iba a esperar que mi propio hermano me reconociera? ¡Soy Cimopolia!

Percy y Jason se cruzaron una mirada.

—Bueno… —dijo Percy—. Nosotros te llamaremos Cim. Entonces ¿eres una nereida? ¿Una diosa menor?

—¿Menor?

—Se refiere a que todavía no tienes la edad para beber alcohol —dijo Jason rápidamente—. Porque salta a la vista que eres muy joven y hermosa.

Percy le lanzó una mirada: «Buenos reflejos».

La diosa centró toda su atención en Jason. Señaló con el dedo índice y recorrió su contorno en el agua. Jason notó que el espíritu del aire capturado ondeaba a su alrededor como si le estuvieran haciendo cosquillas.

—Jason Grace —dijo la diosa—. Hijo de Júpiter.

—Sí. Soy amigo de Percy.

Cim entornó los ojos.

—Así que es verdad… Estos tiempos propician extrañas amistades e inesperadas enemistades. Los romanos nunca me adoraron. Para ellos suponía un miedo indescriptible: una señal de la ira más temible de Neptuno. ¡Ellos nunca adoraron a Cimopolia, la diosa de las tempestades violentas!

Giró su disco. Otro rayo de luz verde destelló hacia arriba, revolvió el agua e hizo que las ruinas retumbasen.

—Ah, sí —dijo Percy—. Los romanos no están por las fuerzas navales. Tenían una barca de remos, pero la hundí. Y hablando de tormentas violentas, estás haciendo un trabajo de primera allí arriba.

—Gracias —dijo Cim.

—El caso es que nuestro barco está atrapado en la tempestad y se está haciendo trizas. Seguro que tú no querías…

—Oh, sí que quería.

—Sí que querías —Percy hizo una mueca—. Pues… es un buen marrón. Supongo que no detendrás la tempestad si te lo pedimos amablemente.

—No —convino la diosa—. A estas alturas al barco le falta poco para hundirse. Me asombra que haya aguantado tanto. Tiene una magnífica factura.

De los brazos de Jason salieron volando chispas contra el tornado. Pensó en Piper y en el resto de la tripulación, que trataban frenéticamente de salvar el barco. Al bajar allí, él y Percy habían dejado a los demás indefensos. Tenían que actuar pronto.

Además, el aire de Jason se estaba viciando. No estaba seguro de que fuera posible consumir un ventus aspirándolo, pero, si iba a tener que luchar, más valía que se enfrentase a Cim antes de que se quedase sin oxígeno.

El caso es que luchar contra una diosa en su terreno no podía ser fácil. Aunque consiguieran acabar con ella, no tenían ninguna garantía de que la tormenta cesara.

—Bueno…, Cim —dijo—, ¿qué podríamos hacer para que cambiaras de opinión y dejaras marchar a nuestro barco?

Cim le dedicó aquella horripilante sonrisa de extraterrestre.

—¿Sabes dónde estás, hijo de Júpiter?

Jason estuvo tentado de contestar: «Debajo del agua».



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